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Pompeya... nada en pie

Otro bello amanecer en Sorrento: la verdad es que la vista del Golfo es preciosa pero como todo lo bueno, esto también se acaba. Hoy vamos a Pompeya, la penúltima escala italiana de los mochileros.
Como todos sabéis, en Pompeya se lió parda cuando el Vesubio decidió erupcionar un buen día. Y no contentos con eso, a los de la ciudad se les presenta un terrible terremoto un para de días después. La consecuencia lógica sería que aquello hubiese quedado liso como un solar pero los romanos hacían las cosas bien y la ciudad medio aguantó. Pero no os adelanto...


Salimos de Sorrento dirección Nápoles para ir a Pompeya y ya se notan los primeros atascos. Han cortado un túnel que nos lleva a la autopista y nos toca rodear toda la montaña; a nosotros y a los miles de coches que van con nosotros. Por fin cogemos la autovía y el desvío a Pompeya: hay que seguir las indicaciones que pone "Scavi" pero hay una que pone "Scavi nosequé" que nos confunde, como a Dinio la noche... De todas manera, mal que bien, conseguimos llegar a la entrada de la antigua Pompeya. Dejamos la "macchina" en un parking cercano vigilado por un manco con cara de mala leche que por un pico por adelantado se compromete a cuidarnos el coche... A ver si está cuando salgamos...





Bueno, pues los mochileros se dirigen a la entrada, sacan sus entradas, se meten en el recinto (que es enorme) y se ponen a recorrer Pompeya: como digo es enorme y si no es por el planito de la entrada, te pierdes como que hay Dios. Pero mola mucho, sobre todo si te gusta la arqueología. Eso sí, puede resultar agotador: es muy grande y el calor te puede pasar una mala jugada, pero si vas no te arrepientes, eso seguro. Todo está prácticamente igual que cuando ocurrió lo del volcán, se pueden ver frescos en las paredes de las casas (frescas no, Soni no se pega a las paredes) e incluso las famosas estatuas de gente a quienes les pilló la lava... ¿Habría alguno cagando, el pobre? Y después de patear toda Pompeya, de comprar la típica lava del Vesubio y de encontrarme ¡¡50 pavos!! al Romeo de vuelta, un besito al manco y carretera y manta pa Nápoles. Lo bueno que tiene esto es que la autovía está en la puerta de Pompeya y sales directo a Nápoles.






Nápoles: cualquier tiempo pasado fue mejor... Ya solo llegar es una aventura: si se circulaba mal por esas carreteras de Dios, pues por aquí no te quiero ni contar. Ya en la ciudad, da una sensación terrible de que Gallardón ha estado por aquí: hay obras por todos lados y además, mal planificadas... Te cortan una calle y se la suda si no puedes llegar al otro lado. Las calles están empedradas, sin asfaltar: quiero decir que no es que se haya levantado el asfalto, no... Es que nunca lo han echado... Y de la basura, nada que decir: llevan de huelga más de un mes. Pero es que no se cortan un pelo: cogen la mierda y la tiran a la calle, adonde sea, con lo que las ratas son del tamaño de los caballos. Por lo visto, aquí la recogida de basuras está en manos de la Mafia y hasta que alguien no suelte más tela, pues no se recoge la mierda...
Y del hotel... mejor no hablar... El mismo encanto que la mansión de los Monster; en recepción Cruella de Vil; el camarero hindú primo de Ghandi sacado de Bollywood... La habitación grande, sí, pero romántica como la cueva de un oso y un acogedor patio interior con las bragas de las vecinas colgando en tu ventana.
En esas, las fieras de la pasta empiezan a rugir y nos bajamos al cutrebar de la calle a comer un poquito. Después de comer, nos parece un perfecto momento para descansar así que una siestecita y a sobarla. Cuando despertamos, nos damos una vuelta por la ciudad para confirmar nuestros presagios: esto es una nube de mierda. Nos encontramos a una chica española que está haciendo el Erasmus aquí y nos dice que esto es así, sucio y con kilos de mierda, unos tipos medio locos y un centro histórico muy bonito que no nos convence para hacer un futuro viaje. Terminamos la vueltita y pal hotel, que mañana volvemos a casaaaaaa.








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