Matera ha sido una sorpresa: ver las casas construidas en la roca viva es para recordar y hay una casa-gruta que se puede visitar: vivían con el burro en la casa y los bebés dormían en la cama con los padres o en la cómoda de la habitación... Así eran las gentes humildes de la Italia de los 50's. Nos salimos de los Sassi y vemos las tres iglesias que hay en Matera, el macchiato de rigor y al coche que hay 200 kilómetros hasta Minori y la costa Amalfitana... Otro objetivo del viaje. Espero que no nos hagan muchas pirulas en el trayecto.
Por fin llegamos a Minori: el trayecto hasta Salerno es bueno, a pesar de los nativos de la zona, pero la parte de la costa se le ha atragantado a Sonia. Las miles y miles de curvas perseguido por los coches de Pierre Nodoyuna que te quieren sacar de la carretera pero el final del camino merece la pena muchísimo. Minori es un pueblecito enano de la costa y lo mejor es la Babá al Limoncello: un bizcocho borracho con licor de limón que está de p.m. Limoneros hay a millones, como olivos y encinas en Puglia y aquí se vende muchísimo Limoncello. Está cojonudo: yo ceno una copita todas la noche. Minori se ve en poco tiempo así que que cogemos unas curvas más y nos vamos a Amalfi, que está antes de Ravello, donde dormiremos.
Es el típico pueblo costero para los ricachones italianos pero como es difícil de acceder no está masificado. Lo mejor es la catedral, de aspecto bizantino, pero al llegar hay un funeral por lo que preferimos perdernos por las calles, comprar pañuelos y preguntar para ir mañana a la Gruta esmeralda.
Se puede ir en barco o coche y como el yate lo tenemos en El Retiro, mañana lo haremos con la macchina. Al terminar, vuelta al coche, cuatro euros al del parking (se nota que por aquí hay pasta) y más curvas para ir a Ravello, la joya de la corona de la Costa Amalfitana.
Tal y como nos pasó ayer en Matera, encontrar el hotel ha sido una aventura pero por fin dimos con él, aunque tenemos que dejar el coche en la calle, al desamparo de los locos fitipaldis. Este hotel tiene mucho encanto porque aparte de una muy buena habitación tiene una vista sobre Amalfi de flipar. Bueno, en realidad desde todo el pueblo hay unas vistas preciosas pero ya casi es de noche y lo dejaremos para mañana. Ahora nos tomamos una cervecita sin conservantes con una camarera que está buenísima y luego a cenar pasta, tiramisú, macchiato y mi limoncello. Comer nos está saliendo bien de precio: hoy han sido 30 € y de ahí no suele pasar y nunca nos quedamos con hambre: se nota que somos mochileros. Para subir al hotel pedimos un taxi pero el dueño del restaurante es amigo de el del hotel y nos lleva amablemente... Si cuando hay pasta son muy majos estos tíos pero no les des un coche, no... Bueno, a sobar que mañana queremos terminar de ver Ravello que promete mucho y a ver si podemos ver la gruta esa. Luego Positano y Sorrento a coger los billetes para ir a Capri.
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