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Capri, la perla del Mediterráneo

Ya no podemos más... Los mochileros andan de capa caída pero hoy nos toca una de las perlas del Mediterráneo: Capri. Lo primero es un reparador desayuno porque el día se prevee duro y largo. Al salir, recorremos el camino de ayer para llegar al puerto: como siempre, nos acompañan las cuestas y escaleras de rigor. El puerto es poca cosa, no tiene nada relevante y después de gastar 13.5 € por viaje y cabeza, nos sentamos a esperar el barco ¡¡Cazzo!!Nos enteramos de que la gruta azul está cerrada, que pena... Es la auténtica joya de la isla así que tendremos que conformarnos con los otros tesoros capreses. Pues montamos, nos sentamos y zarpamos... y el barco empieza a moverse. A los cinco minutos Sonia tiene que salir a tomar el fresco: menos mal que son solo veinte minutitos y se hace corto que si no... Nada más llegar a Marina Grande, el puerto de la isla, nos dirigimos a coger una excursión alrededor de la isla por 14 €. Otro barco más. Nada más zarpar aparece una estatua que nos saluda para doblar un cabo de la isla y empezar a ve la primera gruta: la verde. Pequeña pero espectacular. Seguimos por la costa y se empiezan a ver las mansiones de los millonarios, allí en lo alto y llegamos a la gruta blanca, Marina Picola y los espectaculares farallones donde al pasar por debajo del de en medio te das un beso con tu pareja: muy romántico.





Seguimos hasta Punta Caterna y volvemos a puerto después de una hora. Ya en tierra firme, se pilla el funicular par subir a Capri y dura unos pocos minutos: como siempre, no hay cola que respetar. La ciudad de Capri tiene poco que decir; lo mejor es el reloj de la torre que hay a la llegada pero sobre todo, las tiendas de marca: no creo que los capreses vistan de Prada, Salvatore Ferragamo o Valentino la verdad. Empezamos a andar para perdernos por sus calles y cogemos dirección Villa Jovis pero hay que subir mucho y optamos por el Arco Natural donde además comemos en el restaurante que hay al lado. Allí observo que existe alguien que se tira cagando más tiempo que yo: un minuto más y me meo encima, que campeón. Bueno, el arco es grandioso y las vistas, como en toda la isla con de flipar. Terminamos de comer y corriendo al puerto, que perdemos el barco. Pues no, todavía no ha llegado: es curioso pero yo compré dos billetes para el último barco del día y me dieron para las 16:20 y veo que hay gente que lo tiene para las 16:05, 17:40... O sea, que en cada barco se monta el que quiera y los billetes los dan como los de la gana así que hay que estar un poco al loro para no perder el último y quedarte en una isla donde los sablazos son continuos. Nos montamos y últimas fotos a Capri.







De vuelta a Sorrento cogemos un bus para subir al centro, a Piazza Tasso y volver por la calle peatonal de ayer a hacer unas últimas compras antes de ir al hotel un rato y salir a cenar. Por cierto, tengo que hablar un poco de la comida italiana pero eso será mañana que ahora estoy sobándome.



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